Palabras que nunca leerás: parte II.

Quiero escribir acerca de ti. Acerca de la primera vez que escuché tu voz, entre la música y el ruido. Nuestra primera conversación en donde me dijiste que te irías de la ciudad y yo deseé haberte conocido antes.

Quiero escribir acerca de cómo nos enamoramos. A través de mensajes y torpes indirectas. Como comenzó nuestra relación cuando dejaste la ciudad y solías sorprenderme con tus visitas. Aprendí a extrañarte y a esperarte.

Quiero escribir acerca del primer susto que me diste. Cuando entre disfraces y bromas te vestiste de paz y ni siquiera por la ironía pudiste evitar meterte en problemas y el miedo no me dejó dormir. De cómo la mañana siguiente apareciste como si nada hubiera pasado, con la camisa ensangrentada pero sin una preocupación en el mundo, algo tan característico en ti.

Quiero escribir acerca del Año Nuevo que pasé a tu lado. De mi vestido azul y tu camioneta que se descomponía en todas las calles. De las fiestas que visitamos y el amanecer que inundó nuestras caras mientras nos prometíamos todos los años nuevos que faltaban por venir.

Quiero escribir de las canciones que grabaste para mí porque te preocupaban mis gustos musicales. De las madrugadas que me llamabas para que fuera a rescatarte y de la manera en que me hacías enojar cuando tu aliento se paseaba por mi auto. De cómo decías que te daba miedo mi izquierda cuando conducía y me pedías el volante.

De cuando me vestía en colores radiantes que nunca pudiste ver y la manera en que siempre tratabas de adivinarlos para no hacerme sentir mal.

Pero para que esto sea real, no quiero escribir solo de las cosas buenas. Quiero escribir de las malas, de cómo me dejabas sola en las madrugadas y las veces que olvidaste llamarme. Quiero escribir acerca de cómo llegabas después de varias cervezas a mis ensayos de teatro y me visitabas en mi casa mientras volabas alto.

Quiero escribir de cómo te dejé. Cuando tu indignación no tenía mucho que ver con nuestra relación y bastante que ver con tu ego y de cómo no pude evitar sonreír cuando me di cuenta porque es tan tú.

Quiero escribir de cómo volviste a mi vida. Cuando dejaste de ser mi ex novio y te convertiste en un amor que no me dejó ir. De cómo te negabas a que dejara de estar en tu vida y como por más que lo intenté nunca me dejaste marchar.

De cómo nos amamos en lo platónico mucho más que en nuestra relación y de aquél último café que compartimos un noviembre. De cómo llegaste tarde, como siempre, y te quise un poquito más por eso.

Quiero escribir acerca del último mensaje que me enviaste, con mi apodo seguido de signos de admiración casi pude sentir tu enojo en él. Parecía que querías decir “contéstame ahora”. De cómo no contesté ese mensaje.

No quisiera escribir acerca de esto. Acerca del mensaje que recibí que cambiaría mi vida por completo. No quisiera escribir acerca del día que supe que te habías ido de este mundo y me habías dejado aquí. Ni de los días que vinieron después. De cómo el universo se volvió gris y por fin pude saber la manera en que se veía para ti. De cómo el dolor me volvió daltónica y te juro que no he vuelto a ver los colores de la misma manera desde que te fuiste.

De cómo desearía haber contestado tu mensaje y que tus últimas palabras para mí fueran diferentes. De cómo me quedé con tantos hubiera que no me caben en el corazón.

No pasa un día sin que te recuerde y alguna vez me prometiste que siempre estarías ahí para mí. Ahora es mi turno de no dejarte ir: te quedas en mi corazón, por siempre. Esta es mi promesa.

Hola, extraño.

Tiene mucho tiempo que no coincidimos en el mismo espacio. A veces me pregunto que pasaría si nos conociéramos hoy. ¿Nos amaríamos de la misma manera en que nos amamos hace tantos años?

No soy la misma persona que conociste hace algunos años. Mis flores favoritas ya no son las gerberas y mi corazón ya no se emociona con los poemas que alguna vez compartimos. Solía detestar a Van Gogh y el día de hoy no pasa un día sin que vea sus girasoles y sienta su tristeza a través de las pinceladas. Mi canción favorita ha cambiado al menos una docena de veces y aquellas que cantábamos a todo pulmón hoy no las puedo escuchar.

Tiene un par de años que dejé de pintar y ya no me avergüenza cantar frente a extraños. Mis libros favoritos me aburren hoy, hay actores que ya no soporto y personas que amaba y han olvidado mi nombre.

Pero supongo que hay cosas que siguen igual. Aún me asustan los truenos y la oscuridad, sigo siendo terrible al volante y todavía no sé estacionar en paralelo. Lloro con las mismas películas que antes y también me muevo con mi control en los videojuegos. Todavía no puedo pronunciar Bethlehem y conservo los souvenirs de nuestro pasado.

Sin embargo, en todo este viaje de personalidades, la mayor constante es que las letras que mis manos escriben siguen siendo tuyas.  Toda mi creatividad consiste, en menor o mayor medida, en ti. No has dejado de ser un tema recurrente en mis escritos y por más que me gustaría escribir acerca de otra cosa, nuestra historia demanda ser contada. Ahora, no estoy segura de llamarle poemas y prosa a lo que escribo acerca de ti, quizá un título más apropiado sería leyenda; a veces no estoy segura de si realmente existimos de esta manera o solo es mi mente idealizando lo que pudo haber sido… Pero si de algo estoy segura es que ya no somos la realidad que plasmo en letras.

Lo que intento decir, no solo es que no soy la persona de la que te enamoraste, sino que no soy la persona que se enamoró de ti.

Los verdaderos héroes anónimos son los amigos silenciosos.

Existen amigos silenciosos, que escuchan cuando nadie más está, que consuelan cuando los demás reprochan y que guardan tu dolor en ese espacio que la inesperada amistad ha creado entre los dos. Hay amigos silenciosos que no le temen a tus fantasmas y que comprendiendo tu locura, no hacen menos ninguno de tus problemas. Amigos silenciosos que no caen en los clichés de la amistad y que incluso negarían que tal existe con sus palabras por el simple hecho de evitar una conversación en la que agradezcas su labor, pues estos amigos silenciosos muestran su grandeza de corazón con sus acciones, las cuales le quitan el vacío a sus palabras para convertirlas en el más precioso apoyo que pueda existir.
Gracias, mi amigo silencioso. Gracias, porque cuando recurro a ti es porque no encuentro la salida y estoy dispuesta a rendirme. Gracias porque dentro de ti, detrás de la fachada desinteresada se encuentra la mayor muestra de humildad que he conocido jamás: el creer no poseerla. Porque piensas que tus palabras son mínimas, sin darte cuenta de las veces que me has salvado la vida.
Gracias porque me has demostrado que la pureza se lleva en el corazón y no en el cuerpo. Porque me has demostrado que a pesar de nuestras batallas es posible no corromper nuestra alma y que siempre; siempre habrá un camino para volver a casa. Gracias porque tu fortaleza es un impulso a seguir adelante, porque me enseñas la vitalidad de amarnos a nosotros mismos y nunca rendirnos.
Gracias amigo silencioso, por no rendirte jamás.