Cosmos.

La primera tormenta que azotó nuestra ciudad después de que terminamos, sucedió tres meses después de que te dejé. Eran las dos de la mañana y no podía dormir, me estremecía con cada trueno.

Todos dormían ya, pero aun cuando solo salimos por un par de meses y yo ya había olvidado muchas cosas acerca de ti, mi teléfono vibró esa noche. Y eras tú. «Sé que estás asustada. Solo quiero recordarte que sigo aquí.»  Y apenas en ese momento, al leer tu mensaje, entendí  lo que signifiqué para ti y  lo mucho que te había lastimado, porque nunca nadie había entendido el miedo que tenía en esas noches, todos siempre lo descartaban como un miedo infantil. Tú no lo hiciste.

Siempre quise pensar que lo que pasó entre nosotros fue el resultado de un mal cálculo, que quizá si el día que nos conocimos hubiera decidido esperar un minuto más, tú habrías terminado tu cigarro y no me habrías visto salir cargando esa caja. No te habrías ofrecido a ayudarme y así, jamás te habría herido de la manera en que lo hice. Verás, nunca fue mi intención que cargaras esa caja y, con ella, todos mis problemas. Lo único que yo quería era, por una vez en mi vida, no pensar en las consecuencias. Y así lo hice. El problema es que la consecuencia fue tu corazón.

Siempre escribo de las decenas de maneras en que me rompieron el corazón, pero hoy, después de tantos años, escribo de la vez que usé todo lo malo que había dentro de mí e intenté quererte con ello. Sobra decir que no funcionó.

Así que lo siento, por los mensajes ignorados.
Lo siento, por dejarte esperando.
Lo siento, por estar enamorada de alguien más.

Necesitabas mucho más de lo que fui para ti y siempre lamentaré no haber estado ahí cuando tú nunca faltaste. No quise admitirlo, cuando tiempo después, hablamos de lo que pasó. Pero tenías razón cuando esa madrugada, también lluviosa, me escribiste para decirme las palabras que aún recuerdo: «No funcionó porque no aceptaste que yo te quería salvar de todo. Yo. Que te quería tanto y solo necesitaba que confiaras en mí.»

Quizá no pude amarte y no te pienso así, pero jamás olvidaré esas palabras. Creo que aún el día de hoy, no he permitido que nadie me conozca de la manera en que tú lo hiciste, solo muestro destellos de mí, no la explosión caótica que en realidad soy. Tú me viste y quisiste seguir descubriéndome. Pero no eras él. Así que no importaba cuanto más hubieras hecho, jamás habría sido suficiente para mí. Y eso jamás será tu culpa. Ahora que han pasado muchos años y recuperé la perspectiva que tanto tiempo me faltó, puedo decirte, si de algo sirve -aunque estoy segura de que no- que la realidad es que él no se acerca a ser quien tú fuiste y que espero continúes siendo.

Nunca te pedí perdón y cuando te recuerdo me arrepiento de no haberlo hecho, lo único que querías era darme paz y en respuesta, encontraste un vacío. Sé que reconoces estas letras, así que solo quiero que sepas lo mucho que lamento que no hayas sido el indicado para mí, en verdad hubiera querido que lo fueras. Siento mucho no haberte podido amar de la manera en que merecías, en que mereces, ser amado.

Espero que hoy te amen así, sin miedos ni reparos, como tú sabes amar. Espero que nunca me recuerdes y seas muy feliz sabiendo que solo fui un mal trago en tu vida. Que nada te recuerde a mí y no me pienses ni un segundo. Te deseo un universo a tu medida, en el que seas el primero, el único y nunca más tengas que competir por un amor. Un cosmos hecho para ti.